Amor, desamor y enamoramiento en la adolescencia
El deseo por el otro aparece en la adolescencia. Es en esta etapa de la vida donde ensayamos formas de amar y vincularnos. Lo ideal es que se puedan ensayar los encuentros amorosos y esto va a depender en gran medida de las experiencias vinculares con nuestra propia madre.
Estos primeros ensayos amorosos durante la adolescencia se viven con mucha energía vital, parece que se nos va la vida y nos enamoramos muy ampliamente.
Cabe resaltar aquí la diferencia entre «enamoramiento» y «amor» dado que muchas veces se confunde y durante la adolescencia el enamoramiento se refiere a la atracción sexual por la otra persona.
Para poder acompañar a las personas adolescentes de nuestra vida en estas primeras exploraciones amorosas y en los primeros noviazgos es importante que lo podamos hacer con presencia, sin tanta moralidad y con la intención de comprenderlos/as y darles nuestro apoyo.
Siendo conscientes de que nuestras propias adolescencias como adultos/as casi nunca nos van a servir para acompañar la adolescencia de nuestros/as hijos/as en el presente.
De ahí que sea fundamental formarse, buscar recursos y ocuparse en sanar la propia historia personal con la propia sexualidad.
Socialmente no nos suelen educar para vivir una sexualidad con conocimiento y responsabilidad, menos para el placer y el disfrute, ni se nos alienta a conocer nuestros cuerpos, a cuidarlos y a gozar de ellos. Tampoco nos ofrecieron como adultos/as mucha reflexión acerca de los diferentes modelos de pareja ni nos alentaron a preguntarnos acerca de nuestra propia verdad en este ámbito.
Acompañar a las personas adolescentes a crear relaciones afectivas de buen trato pasa porque nosotros/as como adultos/as las tengamos y las vivamos.
¿Para qué quieres una pareja?
¿Qué valores son importantes para ti en una relación de pareja y que no pueden faltar?
¿Qué modelos de pareja conoces? ¿Qué modelos de pareja ha predominado más en tu vida?
¿Qué modelo de pareja te gustaría construir a partir de hoy? (Si te interesa profundizar en los diferentes modelos de pareja estate atento/a a mi siguiente entrada en el blog)
¿Tienes claros cuáles son los básicos y «no negociables» en una relación de pareja?
Desmontar el mito del amor romántico en cuanto a las relaciones y las introyecciones de la pornografía en cuanto a la sexualidad son dos grandes focos de trabajo, tanto para trabajar en nosotros/as mismos/as como a la hora de acompañar a las personas adolescentes.
En las relaciones afectivas nadie debe nada a nadie, nadie tiene la obligación de dar o intercambiar algo que no desee. La conexión que se da en cualquier relación afectiva es algo que no se puede exigir y tampoco podemos conectar con alguien si primero no estamos conectados/as con nosotros/as mismos/as.
Podemos de entrada sentir química o atracción por alguien pero después también hay que poner cabeza al asunto y es importante preguntarse si esa persona nos suma, nos conviene y nos hace bien.
Es importante crear reflexión con los y las adolescentes acerca de las dinámicas que se pueden llegar a desarrollar en una relación.
Marca una gran diferencia que entren en contacto con la otra persona para únicamente obtener algo (sentirse vistos/as, elegidos/as…) a que vayan al encuentro con el/la otro/a sintiéndose suficientemente valiosos/as y no únicamente porque el otro o la otra los eligió.
Por amor no todo vale y los valores compartidos, el interés, la reciprocidad y la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace son todos aspectos fundamentales en una relación y a partir de los que se crea la confianza y la intimidad real.
Tener una pareja implica aprender a pactar y a negociar, así como identificar lo que no nos hace bien y poderlo comunicar desde el respeto para cuidarnos y cuidar también de la relación.
Tener presentes las líneas rojas que no son negociables en una relación de pareja y las dinámicas tóxicas también es algo fundamental a poder compartir y reflexionar con las personas adolescentes.
Te dejo por aquí algunas alarmas que pueden ayudar a tu hija adolescente a identificar patrones de relación tóxicos:
Recordar que el amor de verdad no hace daño, lo que nos hace sufrir son las dinámicas no sanas y nuestra forma equivocada de amar: la posesividad, el control, el chantaje, las faltas de respeto…
No dejas que la otra persona pase tiempo con sus amigos/as porque quieres estar siempre solo/a con él o con ella porque en el fondo tienes miedo de perderla.
Controlas y fisgoneas su móvil y sus redes sociales para ver con quien se relaciona y no le dejas subir determinadas fotos.
Sientes celos, desconfianza e inseguridad cuando estás lejos de él o de ella y tu mente no para de pensar en todo lo malo que podría pasar.
Piensas que tu pareja tiene la culpa de todas las cosas que pasan y en cambio tú no asumes ninguna parte de responsabilidad en lo ocurrido ni asumes nunca tus errores.
No aceptas que tu pareja pueda tener una opinión diferente a la tuya y cuando da su opinión la desautorizas y la criticas.
Insistes en tener determinadas prácticas sexuales que la otra persona te ha dicho que no quiere tener y utilizas la manipulación para tener sexo «si no lo haces es porque no confías en mí» «hagámoslo sin preservativo que yo controlo y no tengo nada» «si me quisieras lo harías…»
Como ves hay mucho por hacer y seguir aprendiendo y practicando en relación a la educación emocional, afectiva y sexual.
La educación sexual no se limita a hablar a los adolescentes de los métodos anticonceptivos ni de los peligros del sexo, ni las relaciones sexuales son sólo penetración o tocarse.
La sexualidad es energía de vida, es una energía poderosa que pulsa desde el interior y que brota intensamente durante la adolescencia. Acompañarla y protegerla es nuestra misión como madres, padres y acompañantes.
No necesitamos controlar ni saber todo lo que hacen nuestros/as hijos/as adolescentes, pero si es importante trabajar para mantener un canal de comunicación abierto para que puedan contarnos las cosas que les pasan, acompañarles en sus dudas y en sus vivencias sexuales, en su autoconocimiento y en su relación con el propio cuerpo, con el placer y el displacer.