Adolescentes que se sienten solas

Las personas adolescentes pueden conectar con facilidad con sentimientos de soledad en su propio proceso de búsqueda de identidad y ante las dificultades que experimentan a la hora de gestionar sus emociones.

De ahí, la gran importancia de que puedan contar con figuras de referencia y acompañamiento que les brinden el soporte emocional que necesitan. Tanto si eres madre, padre, profesor/a o profesional de acompañamiento en esta fascinante etapa darte las gracias por tu labor.

Acompañar a las adolescentes a entender y saber qué necesitan es fundamental para evitar que el malestar emocional se vaya haciendo más grande.

Sentirse escuchados/as sin juicios, en confianza para poder expresar, dándoles espacio para que vayan encontrando sus propias respuestas les ayudará a aligerar el peso de sus emociones.

No siempre podremos satisfacer todas sus necesidades pero sí podremos acoger su sentir, validar lo que necesitan y buscar opciones.

A veces y según la historia personal y vivencias de cada persona adolescente, nos podemos encontrar con chicos/as que se pasan el día «pidiendo» y «exigiendo» creyendo que el mundo les debe algo y otros/as que no se creen con derecho a la hora de pedir.

Es importante que como madres y padres sepamos discernir esto para poder dar a cada adolescente lo que necesita. No todos los hijos ni todas la hijas son iguales, ni necesitan lo mismo, ni tienen los mismos aprendizajes. Dar lo mismo no sirve porque somos diferentes.

Pedir no es exigir. Es comunicar de manera asertiva aquello que es importante para mí.

A veces, un adolescente puede necesitar que le alentemos a comunicarse desde su sentir y otro puede estar necesitando que le ayudemos a reflexionar (con amabilidad) acerca de su falta de respeto a la hora de comunicarse con los demás.

Si algo es cierto, es que aprender a pedir y a expresarse es todo un arte, tanto para los adolescentes como para nosotros los adultos.

Saber a quién pedir también es esencial, dado que hay personas con diferentes valores e inteligencias.

No todo el mundo me «sirve» para lo mismo, al igual que yo tampoco puedo serle útil a otra persona en un momento dado. A veces, nos empeñamos en pedir peras al olmo o en ir a por agua a una fuente que en este momento está seca. Puede que en un futuro la tenga, pero por ahora no, y quedarnos ahí esperando nos puede causar frustración.

No se trata de juzgar ni de clasificar a las personas pero sí de practicar la «aceptación» y saber quien puede aportarme aquello que ahora mismo necesito.

Si nosotros como adultos lo sabemos gestionar en nosotros mismos, nos será más fácil poder acompañar a los adolescentes a que sepan identificar a quién pueden recurrir y también hacerles saber que pueden contar con nosotros/as.

Y por último,

Aprender a pedir implica también aceptar lo que no depende de mi, lo que el otro haga con mi petición.

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Amor, desamor y enamoramiento en la adolescencia